martes, 4 de febrero de 2014

Tú mueves

Todo conocimiento requiere una base teórica. Ninguno aprendimos a jugar al escondite sin saber antes las reglas del juego. Pero la habilidad de esconderte en los sitios más estratégicos y salvar al resto en el último momento con un  ¨por mí y por todo mis compañeros¨ sólo nos lo dio la experiencia, la repetición, y las 500 veces que te tocó quedarla y en las que descubriste los mejores sitios donde se escondía el enemigo.


Hace poco leí que las personas de mentes cerrada padecen claustrofobia.



En nuestra zona de confort todos podemos llegar a ser reyes. Utilizamos y manipulamos nuestros recursos y posibilidades lo mejor que podemos para conseguir nuestros objetivos, porque los conocemos, y también las posibles respuestas. Pero que esto no se convierta en un engaño. Si nos aferramos a esta zona, nos estaremos perdiendo el resto de vistas que existen fuera de ella, y al salir, nos encontraremos desarmados.


De ahí la importancia de las experiencias y de los vínculos que se crean entre nosotros cuando han sido compartidas o similares.



Que no es lo mismo tirarse al colchón que al vacío, y que la adrenalina y el cosquilleo de la barriga no te lo va a dar un puñado de plumas, gallina.
Que ¨el que se tira por primera vez es gilipollas, pero el que se tira aún habiendo caído es un valiente¨. A la primera va sin manos, pero a la segunda sin frenos y con casco.


Pero dice Irene que ¨el que empuja a un gilipollas es un sabio. Y el gilipollas que se deja caer un genio¨:



Fragmento de la película ¨El Indomable Will Hunting¨


lunes, 3 de febrero de 2014

Obstáculos

Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.


Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.


Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.


Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo.


Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...


Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.


Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.  


Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja:

-¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?   

El niño se encoge de hombros y me contesta: 

-¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.




Autor: Jorge Bucay

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